Bolivia sigue con los mismos problemas que la asechan y por los que una vez tuvieron que salir y dar un alto a tanto atropello. El 2019 se estaba convirtiendo en otro octubre negro, días en los que bolivianos se enfrentaron unos a otros para sacar a un gobierno tirano que solo hacia daño y desde su pedestal, se vanagloriaba de como otros se sacrificaban por ellos.
Este 2021 y con una pandemia que sigue pisando los talones, quiere seguir
con las persecuciones sin fundamentos claros, otro juego de manos, el cual solo
el pueblo tiene que sufrir de las consecuencias.
Luego de una larga lucha de parte del pueblo que logró levantar hasta los
más débiles para defender sus derechos, un país libre y democrático, nuevamente
vuelven a levantar la tricolor para exigir no ser pisoteados y que los altos
mandos los escuchen, que muestren el interés por el pueblo y dejar ese juego circundante
que solo sirve para una cosa, mirarse entre todos sin mover un dedo.
Con el nombrado fraude electoral del 2019, los enfrentamientos por dicho
tema, las renuncias en masa de concejales y ministros, hasta la misma renuncia del
ex presidente Evo Morales, se fue sembrando la incertidumbre del Estado, luego
del nombramiento de Jeanine Añez como presidenta suplente, el pueblo pensó encontrar
la luz que necesitaba, respiraron y aunque muchos, algunos con la influencia del
ex gobierno desertor, tildaban esto como un “Golpe de Estado”, al igual que el
nuevo oficialismo lo nombra.
Los bolivianos son felices de tener un país rico en cultura, diversidad y
colores pero “lo bueno se vuelve malo, lo malo se vuelve bueno” y este parece
ser el panorama que se difundió hace ya bastantes años.
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